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OPINIÓN - LUNES, 7 DE MARZO DE 2011

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Economía real y financiera

Por Juan Manuel Pecero


Siempre hemos oído que cuando Estados Unidos se resfría Europa estornuda. Pero en la actualidad bien podríamos decir que cuando los países árabes se revuelven, una gran parte del mundo tiembla. Y este temor es porque se parte de una situación incontrolada, inesperada y con importantes consecuencias económicas, por residir en ellos una gran parte de las reservas de petróleo y de gas mundiales.

Aunque aceptemos un origen puramente político en estas revueltas sociales, la reacción “humanitaria” va a tener un componente necesariamente interesado. Lo que suceda en estos países pone muy nerviosos a Estados Unidos y a la Unión Europea, y esto, porque nuestro modo de vida se puede ver alterado.

La rapidez de las noticias del día a día no dejan tiempo casi a su análisis, y el gobierno, mal aconsejado por esta coyuntura, actúa despavorido, sin ideas y con medidas tan provisionales que rozan el esperpento. Ni ha habido ni hay en estos últimos momentos de legislatura una tendencia medianamente clara de adónde queremos ir y qué tenemos que hacer para conseguirlo, aunque luego en las situaciones coyunturales podamos afinar estas medidas de más largo plazo. Dibujamos un escenario tragicómico en Europa queriendo dar lecciones de no sabemos qué política y tampoco a qué gobernantes.

Contagiados por esta situación se intentan dar explicaciones a todo lo que acontece, y nos familiarizamos en pocos días con conceptos abstractos como el diferencial de la deuda española con el bono alemán o algo más tangible en apariencia como la evolución del precio del barril de petróleo. Vivimos obsesionados con las cifras del IPC, del Euribor y de otros indicadores financieros. Le hemos dado en nuestras sociedades tanto peso a la economía monetaria, integrada, globalizada y occidental que nos sorprende que una revuelta en cualquier país árabe pueda afectar a millones de familias de los países más desarrollados.

Y todo, porque en la propia Economía hemos dejado de lado el vínculo con lo real, con lo tangible. Hemos caído en el pecado de la soberbia cuando hemos elaborado modelos financieros, técnicamente perfectos, pero que nos han alejado de la realidad.

Y ese fue el inicio de la crisis hipotecaria que se inició en Estados Unidos en el 2007 y que se propagó rápidamente a Europa. Fue una crisis originada por la concesión de unos préstamos hipotecarios a particulares que no tenían un respaldo REAL con el que hacer frente a su devolución y que las entidades financiaron con emisión de títulos (vuelta al alejamiento de la realidad). Estos títulos se fueron transmitiendo al ser adquiridos por bancos, compañías de seguros o fondos de inversión y los riesgos se fueron extendiendo como si de una pandemia se tratara.

Desde la adopción del euro los países que integran el eurosistema actúan en una forma conjunta. El alza de los precios del petróleo eleva el IPC y obligará al Banco Central Europeo, en un plazo más o menos corto, a corregir estos incrementos (el objetivo es el 2% a medio plazo). Éste pondrá en marcha todos sus mecanismos para reducirlo elevando sus tipos de interés y esto puede poner en grave peligro la recuperación de la eurozona, pero en especial la de España. Una elevación de los tipos de interés dificultaría la fluidez del crédito -de la liquidez- desde los bancos a las familias y empresas, que con las subidas del Euribor (principal referencia de los préstamos hipotecarios) reduciría su consumo y las posibilidades de crecimiento.

El panorama es complejo porque estamos inmersos en un sistema que nos deja poco margen de maniobra cuando las cosas van mal. La integración monetaria se ha conseguido más que la política y esto lo vemos en la reacción de la Unión Europea con el mundo árabe. España a corto plazo sólo puede actuar sobre lo real y en la política se ha vuelto a dejar de lado a Marruecos (por donde se debería haber empezado, y no por Túnez –con mayor inestabilidad-). España debe asegurar sus fronteras por seguridad económica y política.

Nuestro país tiene muchas burbujas, está inflado en muchos sectores, y en sus precios, pero hay que reconocer que la coyuntura ha cambiado. Se necesitan medidas ágiles y reales que alienten el crecimiento. Ahora mismo hay que ser muy competitivos, en especial en el Turismo del que tenemos una gran infraestructura y que puede acoger todo el que se desvíe de estos países, y para este verano. Esto es economía real y a corto plazo.

Pero del turismo, si nos deja la coyuntura, hablaremos otro día…
 

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