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					Atribuyen al escritor dublinés James Joyce la célebre frase 
					‘Dios ha hecho los alimentos, y el diablo, la sal y las 
					salsas”. No sabemos a cuál de los dos tenemos que 
					agradecerle la creación de la torrija, esa rebanada de pan 
					con leche que está, literalmente, en boca de todos durante 
					la Semana Santa. Quizás la religiosidad de estas fechas 
					propicia considerar de divina la procedencia del dulce, 
					aunque por las calorías que suele aportar, más de uno las 
					catalogaría como un producto creado por el mismo diablo, más 
					aún en estos días donde el cuerpo está ya en la carrera 
					final para lucir, al mismo precio, bikini y michelines. 
					 
					En cualquier caso, las torrijas son, sin duda, el postre que 
					no falta en cafetería que ‘semana santera’ se precie; ni en 
					familia que se decante estos días sagrados por disfrutar de 
					una Cuaresma con todas sus tradiciones, incluidas, por 
					supuesto, las gastronómicas. “En una ciudad tan 
					multicultural como Ceuta, las tradiciones de la tierra 
					tienden a perderse; aún más cuando la juventud pasa de 
					ellas”, protesta Jesús Manzanares, maestro pastelero del 
					obrador ‘La Campana’, ubicado en la calle Real.  
					 
					A pesar de ello, Manzanares reconoce que, aún así, “todavía 
					en Ceuta se comen, en Semana Santa, muchas torrijas”. Para 
					que también puedan disfrutarlas los musulmanes, en la 
					pastelería han optado por hacerlas sin alcohol. “Antes de 
					empaparlas en leche, le echábamos anís; pero ahora hemos 
					suprimido el alcohol”, explica el pastelero. “En el caso de 
					otros dulces, el problema se nos planteaba con la manteca de 
					cerdo, pero es que, por ejemplo los pasteles de Navidad, no 
					podemos hacerlos sin la manteca”. 
					 
					Toda una vida 
					 
					Son más de cuarenta años los que este pastelero lleva 
					trabajando en ‘La Campana’. Empezó de aprendiz con catorce 
					años y ya entonces asocia la Semana Santa a las torrijas. 
					Estos días cocinan entre 150 y 200 diarias. Una elaboración 
					que empieza unos tres meses antes, en enero, aunque por 
					entonces, la producción diaria no excede de veinticinco o 
					treinta torrijas. “Eso sí, el Domingo de Resurreción se 
					venden las últimas. Después ya no se hace ni una más hasta 
					el año siguiente; es lo mismo que sucede con el Roscón; 
					después del 6 de enero se acabó”. 
					 
					Entre Manzanares y Rachida, la ayudante de pastelería, 
					explican ‘in situ’ a EL PUEBLO cómo se elaboran unas buenas 
					torrijas. El primer paso es elaborar la masa de bollería con 
					la que el pastelero forma la barra de torrija. Después se 
					corta a rebanadas; de lo que se encarga Rachida. 
					 
					Cada cocinero elige si añadirle chocolate, crema o nada. En 
					‘La Campana’ optan por pegar una rebanada de torrija con 
					otra con crema. Es el momento de emborrizarlas con leche y 
					huevo, más cantidad de lo primero que de lo segundo. Y por 
					último, tras freírlas, se pasan por miel. Una vez las meten 
					en tarrinas para su venta, se les añade algo más de miel y 
					un poquito de canela. Y listas para comer.  
					 
					Torrijas que en Ceuta tienen un precio inferior al de 
					algunas otras comunidades. Al menos, en este 
					establecimiento, donde la unidad se vende a 1,05 euros. 
					Mientras, en la capital de España, el precio de las torrijas 
					oscila entre 1,80 y 2,30 euros la unidad, según la 
					Asociación de Empresarios de Pastelería de la Comunidad de 
					Madrid.  
					 
					El proceso de trabajo empieza temprano. Manzanares abre su 
					pastelería a las 4.30 de la madrugada. Huele a gloria el 
					aroma que despierta cada mañana a sus vecinos. Terroríficas, 
					las consecuencias convertidas en kilos de más, de los que ni 
					Dios te salva. 
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