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					El primer debate de la tediosa sesión plenaria a la que ya 
					nos tiene acostumbrado el presidente de la cámara ceutí para 
					regalar minutos de gloria a su ‘enemigo’ político, se 
					produjo como consecuencia de la modificación de un punto 
					concreto de los estatutos de OAST (Servicios Tributarios) 
					para que pueda ostentar el cargo de presidente de su Junta 
					Rectora alguien distinto del consejero de Hacienda ya que, 
					dado que a la vez es Diputado nacional, Francisco Márquez 
					está incompatibilizado por Ley a ejercer esa función. 
					 
					Este punto, que no debía ser más que un si o no por parte de 
					los grupos parlamentarios, se convirtió -como no podía ser 
					menos- en el primer acto de un Aróstegui plenipotenciario 
					con la anuencia de un muy benevolente presidente de la 
					Asamblea, quien gusta de oir valoraciones políticas 
					(pontificales) vengan o no a cuento del asunto a debatir y 
					con una permisividad que raya lo incompresible. Caballas se 
					opuso por ser, dijo Aróstegui, “una modificación irracional 
					que nos obliga a tomar decisiones absurdas”. Y es que el 
					líder natural del Grupo apelaba al hecho de que la 
					Presidencia debía ejercerla alguien del Gobierno, según 
					rezaba el texto, “y no de la estructura de Gobierno”, en 
					alusión a que Manuel Carlos Blasco será quien sustituya a 
					Márquez al frente de la Junta Rectora. 
					 
					La contestación de Márquez ya puso de manifiesto que no iba 
					a permitir, la bancada del Grupo popular, lo que sí se 
					permite desde la Presidencia, y es el insulto y el ataque 
					por el ataque. “Usted se opone a todo. Incendia una hoguera 
					ya apagada y disfruta con ello”, recriminó el responsable de 
					Hacienda. El PSOE se abstuvo y mstró altura política. 
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