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OPINIÓN - SÁBADO, 28 DE ENERO DE 2012

 

OPINIÓN / EL OASIS

La crisis sigue haciendo estragos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Años atrás solía venir por Ceuta y lo primero que me decía es lo siguiente: “Mañana nos iremos de copichuelas por ahí”. Término solamente empleado por gente distinguida. Y también por quienes consiguen hacerse con un medio de vida que les permite sumarse a esa clase media con ínfulas de grandeza.

Ceutí de nacimiento, afincado en Andalucía, pronto aprendió las expresiones andaluzas más brillantes y, sobre todo, se dio cuenta de que unos zapatos sin lustrar echan por tierra cualquier intento de superación en la tierra de María Santísima. Por lo que cada mañana, nada más poner los pies en la calle, se iba directamente al único betunero que quedaba ya en el centro de Sevilla. Porque mi amigo se había aprendido de memoria el mensaje de Antonio Burgos: “Los andaluces de la Bética tenemos la cultura del zapato limpio”.

Con los zapatos limpios y las cuatros cosas contadas por un limpiabotas que sabía algo más que latín, mi amigo acudía a su lugar de trabajo henchido de satisfacción. Vestido de punta en blanco y convencido de que se admiraba su manera de mostrarse. Y, por si había alguna duda, ya se encargaba su empresario de recordar sus valores ante los empleados, como director general de la cosa, en cuanto se presentaba la oportunidad.

Rociero convencido, capillita por excelencia, abonado a una barrera destacada en la Maestranza, y sevillista hasta la muerte, la vida le sonreía en todos los sentidos. Era un triunfador. Un hombre nacido para hacer feliz a una mujer de la que decía estar enamorado perdido. Así, en cuanto se encartaba, no dudaba en considerarla la protagonista de su suerte.

Un día, de aquellos años en los que solía arribar a Ceuta, insistió en lo mismo de otras veces. “Mira, Manolo, aunque tú me taches de que suelo redoblar el tambor, volveré a decirte que uno debe casarse con una mujer bella, inteligente, ambiciosa, femenina, liberada sexualmente. Una mujer que viva pensando cada día en estar lo más guapa posible y dispuesta a rendir en el tálamo nupcial. Prohibido que ella se caliente la sesera con nada”.

Estás hablándome de una mujer egoísta, ¿no? –le pregunté yo.

-Sí, de la mía. Pero su egoísmo sólo tiene consecuencias favorables para mí. De modo que por muy fastidiosa que te parezca es, sin duda alguna, lo mejor que me ha podido pasar en mi vida.

-Pero no me negarás que para tener contenta a tu mujer te es necesario ganar el dinero adecuado para concederle tantos caprichos.

-Por supuesto que sí. Faltaría más. Tenerla como una reina es lo menos que se merece ella. Y para eso ya me basto y me sobro yo.

El jueves recibí una llamada. Era de mi amigo el ceutí, que lleva la tira de tiempo residiendo en Sevilla. Acudí al lugar de la cita dispuesto a oírle otra vez la importancia que su mujer tiene en su vida. Y antes, antes incluso de darle el abrazo de precepto y los palmetazos correspondientes en la espalda, me di cuenta de que tenía los zapatos sucios. Y me acordé con celeridad de lo que decía mi amigo El Bigote: “Un hombre con los zapatos sucios y los tacones gastados, no tiene ni para tabaco”.

Mi amigo me habló de que la mujer lo había abandonado. Pues se le había acabado el paro y seguía sin encontrar trabajo para poder tenerla como una reina. La crisis sigue haciendo estragos.
 

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