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ACTUALIDAD - MIÉRCOLES, 10 DE OCTUBRE DE 2012


El teniente Burgos y el sargento Costas.

12 de octubre día del pilar
 

Guardia Civil del mar: una
doble vocación

Esta unidad de la Benemérita está formada en Ceuta por 46 agentes que, a bordo de embarcaciones y desde tierra, mantienen vigiladas las costas; sólo en identificaciones superan las de Málaga o Almería
 

CEUTA
Paula Zumeta

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Quien dentro de Guardia Civil ha querido formar parte del Servicio Marítimo tiene una doble vocación muy clara. El sargento Costas, patrón en esta unidad de Ceuta, transmite junto a sus compañeros, en el interior de una de sus embarcaciones, la pasión de los marinos combinada con la de quienes han elegido servir a sus conciudadanos ‘a bordo’ de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. EL PUEBLO ha conocido, de la mano de dos de sus mandos, los tenientes Burgos y Arjones, una parte del trabajo que desarrollan a diario en la ciudad, muy intenso a juzgar por los datos sobre la actividad de esta unidad en relación a las de territorios próximos pero de mayor tamaño al tratarse de provincias como Málaga o Almería. El servicio está integrado por 46 personas: 37 operativas, personal de embarque, además de los encargados de mantenimiento, plana mayor y cuadro de mando, con dos oficiales, un capitán y un teniente. Su creación en Ceuta, con antecedentes en una comisión de servicio existente desde 1999, data del año 2001. El Servicio Marítimo de la Guardia Civil se creó en 1991 y a día de hoy cubre toda la costa española.

Inmigración y narcotráfico son los dos grandes epígrafes en la labor de los integrantes de este servicio en Ceuta. En lo que va de año, en concreto, se ha incautado de 3.253 kilos de hachís. Si hace años, cuando no existía el Servicio Marítimo, la ciudad era un punto de partida del tráfico de drogas, hoy en día la actividad de la Guardia Civil se centra en la interceptación, en aguas españolas o internacionales, de embarcaciones que parten de las costas próximas de Marruecos: “Hablamos de Alcazarseguer, Marsha, Castillejos, Cabo Negro...”, explica el teniente Burgos en la torre del Puerto Deportivo, sede de la unidad.

Desde esta base, el servicio cuenta con dos salidas, que son “bastante rápidas”, indica el teniente, a la bahía norte, y la sur a través del Foso de las Murallas Reales. En la actualidad, dispone de cinco embarcaciones operativas: dos patrulleras, una media y una semirrígida cabinada, y tres semirrígidas de adjudicación judicial (intervenidas a narcotraficantes). Una de ellas estaba ayer fuera del agua para su puesta a punto.

Para hacerse una idea de la intensidad del trabajo que desarrolla este servicio en una ciudad con apenas 22 kilómetros de costa bastan algunas cifras. Entre las últimas intervenciones, el teniente Burgos destaca una realizada en un velero con 1.000 kilos a 22 millas al este de Punta Almina o el pasado fin de semana otra con 32 kilos de hachís en embarcaciones que se refugiaron posteriormente en una playa de Gibraltar.

En cuanto a la inmigración clandestina, este año llevan “58 nada más” (frente a las 136 de 2011), aunque en este cómputo no se registra, advierte el jefe, la colaboración que mantienen con las fuerzas de seguridad marroquíes. La cantidad de personas localizadas por la Guardia Civil e interceptadas por la Armada o la Gendarmería del país vecino no se contabilizan, aunque según estiman fuentes oficiales superarían el millar. “La cantidad de inmigrantes que impedimos que entren y que se llevan las autoridades marroquíes puede multiplicar fácilmente por 10 o por 20 la de los que llegan a la ciudad”, destaca el mando de la unidad.

Una de las facetas fundamentales de la labor de los agentes del Servicio Marítimo es el control de embarcaciones mediante la identificación de sus tripulantes. Este año llevan 472, más de las que se han hecho en cualquiera de las demarcaciones andaluzas, pues por ejemplo en Almería han sido 430 y en Málaga, 400, “eso con costas de más de 100 kilómetros, varios puertos deportivos...”, destacan desde la Comandancia. “Actas por infracciones administrativas, de documentación, se han abierto en 2012 un total de 158, cuando la que más tiene es Cádiz con 250”, agregan. Y eso a pesar de que la lucha “continua contra el narcotráfico y la inmigración” les detrae “un poco” de la labor de vigilancia administrativa, porque ambas funciones se anteponen a las demás.

En el muelle del Puerto Deportivo están repartidas las dependencias de la unidad. Las oficinas y el puesto de mando se sitúan en la torre, que cuenta también con un almacén en el que dispone de elementos de primeros auxilios (mantas y ropa) para los inmigrantes. En una caseta está instalado el taller para el mantenimiento de las embarcaciones y en otras dos un puesto en el que el personal de embarque aguarda durante su turno para responder a cualquier aviso.

La crisis afecta al ‘narco’

Como dato curioso y positivo, los responsables del servicio revelan que la crisis parece haber hecho mella también en el ‘narco’ y ahora, las embarcaciones que emplean estos son peores que las de las fuerzas de seguridad. “Las que ellos están utilizando últimamente son más pequeñas, como esta (muestran una requisada) equipadas con un motor de 40 o 60 caballos (CV) cuando nosotros estamos gastando 250 CV, con dos o tres motores...”.

Otro aspecto muy interesante de la labor de la Guardia Civil es el de los destinos en el extranjero. El sargento Costas y el teniente Burgos son dos de los guardias civiles de la 2007 Comandancia que cuentan con experiencia en países africanos, en concreto, en Mauritania y Senegal, respectivamente. Allí tienen la oportunidad de conocer el origen de la inmigración ilegal y de colaborar con las autoridades locales en su freno antes de que partan rumbo a España. “Aunque no nos debe afectar en nuestro trabajo, lo miras desde un punto de vista más humano, porque comprendes que están muy mal”, explican.

A bordo de una de las patrulleras, la cabinada, a uno de los agentes le sale toda su vocación de patrón de barco. Le gusta la mar, donde hay momentos, dice, que se siente un privilegiado, momentos, eso sí, que tienen su contrapartida en los muchos en que también se pasa mal. El Estrecho, la “frecuencia” de las olas ha sorprendido a veces a compañeros que vienen de aguas en apariencia más peligrosas. “Al principio sales con un compañero más experimentado, pero la primera vez que salí yo solo nos llaman de Algeciras para decirnos que hay una semirrígida que sale de Tánger hacia Tarifa; luego se metió hacia el Estrecho y a las doce y veinte de la noche me veo persiguiendo la embarcación a 42 nudos... Al final se les pilló con la ayuda de la semirrígida nuestra... Es en esos momentos cuando piensas ¿cómo me he metido yo aquí?”, bromea.

Desde tierra

El teniente Arjones es el encargado de mostrar por su parte el trabajo del Servicio Marítimo en tierra. Al frente de una dotación de seis agentes, dirigía ayer uno de los “puntos de verificación” que la Guardia Civil suele instalar en la carretera del Tarajal. Esta es, junto a las otras dos nacionales (la de Benzú y la del perímetro fronterizo, las vías competencia de la Guardia Civil), además de dos carreteras autonómicas, la de circunvalación del Hacho y la de García Aldave desde el Tejar de Ingenieros.

Los puntos de verificación van dirigidos fundamentalmente al control antidroga, lo que no es óbice para que los agentes se encuentren durante estos servicios con muchas otras cosas, sobre todo con armas blancas y de todo tipo, como el ladrillo macizo requisado ayer en el interior de su vehículo a un ciudadano marroquí contra el que se levantó acta de sanción. “Si va en un camión de ladrillos no se puede entender que se trate de un arma, pero en un turismo y aislado, puede serlo y muy peligrosa, como un bate de béisbol y muchos otros objetos”, advierte el teniente.

Las patrullas, tanto en todoterreno como en moto, cubren toda la costa. Los últimos medios con los que cuenta la Guardia Civil son las cámaras térmicas. Las más baratas cuestan 6.000 euros, pero son un elemento fundamental, pues les permiten detectar de noche la presencia de personas en el mar. Al anochecer, el despliegue de este grupo, al que llaman ‘los búhos’, se centra sobre todo en la zona de Benzú, punto ‘caliente’ de la inmigración clandestina. Son 24 horas mirando al mar.
 


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