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política - JUEVES, 20 DE MARZO DE 2014


Deborah acudió al pleno para pedir que no le corten el agua. reduan.

DENUNCIA CIUDADANA
 

La voz que el Pleno no quiso oír

Deborah, con sólo 24 años, vive con sus dos hijas en una casa en ruinas, a la que entró como ‘okupa’ en septiembre, pero que quiere pagar; ahora el servicio del agua pende de un hilo y reclama una solución
 

CEUTA
Virginia Saura

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Madre coraje. Esta es la primera impresión que uno tiene cuando habla con Deborah y conoce su historia. Ayer esta mujer fue hasta el pleno de la Asamblea para pedir que no se le corte el servicio de agua, que le iban a retirar ayer, y que se le permita pagarlo. Ahora, al estar en una casa como ‘okupa’ se le exige un contrato de alquiler para darla de alta en el padrón, y el padrón para tener agua. Sin embargo, no ha podido contactar con el dueño de la vivienda para poder hacer un contrato y tampoco tiene trabajo para irse a otra vivienda.

A sus 24 años, esta mujer saca adelante a sus dos hijas con los 360 euros que recibe de la ayuda del Ingreso Mínimo de Inserción Social (IMIS). Las tres viven en una casa casi en ruinas, que se encontraba abandonada y que ocuparon hace ya seis meses. El marido de Deborah, marroquí y sin residencia española a pesar de estar casados, sólo puede estar con ellas de día, para de noche tener que cruzar a Marruecos. Lo único que pide esta joven es una oportunidad: poder trabajar para tener una vida digna.

Los problemas de esta joven comenzaron hace aproximadamente año y medio. Ella y su marido trabajaban, aunque sin contrato, pero tenían para comer. “No me preocupaba por más, porque al menos teníamos para comer y pagar el alquiler”. Sin embargo, los dos se quedaron sin empleo y tuvieron que dejar la casa en la que vivían de alquiler en el Sarchal para mudarse en abril al Recinto, donde pagaban menos. Pero la situación no se mantuvo mucho tiempo. El trabajo seguía sin llegar y no tenían con que pagar el alquiler. Unos meses después tuvieron que dejar el piso y se trasladaron hasta Marruecos. Allí lograron alquilar una casa por 70 euros, pero cuando la hija mayor de Deborah comenzó las clases, se veía obligada a salir de su vivienda a las seis de la mañana para llevarla al colegio. Durante las horas de clase, Deborah se quedaba en la calle, con su hija pequeña, de apenas cinco meses, a cuestas. Fue entonces cuando la joven vio que la casa de la calle Canalejas, donde ahora está, se encontraba abandonada y decidió entrar en ella. “No podía cruzar la frontera a diario con una niña de meses, para quedarme durante horas deambulando por las calles”, recuerda amargamente esta joven, de origen malagueño. El 19 de septiembre, Deborah entró en la vivienda y, según cuenta, desde entonces ha intentado contactar con el propietario para poder pagar un alquiler, a pesar de que las condiciones en las que vive son infrahumanas. Aunque Deborah ha conseguido transformar unas ruinas en su pequeño hogar, tras las cortinas, los muebles o en los techos se ven boquetes en todos lados. La humedad ya ha afectado a las dos pequeñas, la casa no tiene enchufes y la luz es la de unas bombillas. Carecen de agua caliente y esta joven tiene que fregar donde después baña a sus hijas. “Me paso el día limpiando, pero hay cosas que no se pueden ir por mucho que limpie”, lamenta.

Deborah ha acudido a las empresas de la luz y el agua para dar de alta el servicio de forma legal y poder pagarlo. “Yo quiero pagar, no robar nada”, le recordó ayer al presidente Vivas, cuando interrumpió el pleno para demandar una solución. Hace unas semanas, desde la consejería de Susana Román le hicieron la instalación del servicio del agua. Deborah denuncia que fue para “callarle la boca” porque ese día llegaba el ministro y que ahora le piden lo que entonces no le exigieron: un contrato de alquiler. “Me han dado un caramelo para ahora quitármelo”, dice agriamente. No obstante, tras su intervención en el pleno, desde la Ciudad se han comprometido a darle una solución que termine con la peregrinación que la ha llevado al ayuntamiento a diario durante cuatro semanas.
 


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